Día tras día políticos y periodistas nos repiten que la economía del país está cada vez mejor, que crecemos más que nadie en Latinoamérica. Pero cuando miramos a nuestro alrededor, todavía encontramos carencias y pobreza. Y Trujillo es una ciudad que no es ajena a este problema, entre el año de 1993 y 2000 se incremento el índice de migrantes en nuestra ciudad, lo que ocasiono superpoblación, en esta ciudad, los migrantes, no tenían que optar por mas que irse a vivir en las faldas de los cerros, o invadir terrenos, esto, ocasiono como todos ya sabemos la pobreza y la desigualdad, es decir la pobreza nunca dejo de existir pero se sintió mas en nuestra cuidad a partir de este fenómeno migratorio.
Miles de casos de pobreza existen en todo el mundo, y lamentablemente, no solo les acompaña la pobreza, sino las enfermedades y una serie de dificultades que agravan su situación, este es el caso de una mujer en el que se puede resumir la pobreza y sus consecuencias, pero que como el esfuerzo nunca esta de mas, gracias a este se puede contrarrestar este mal social.
Melita Inuma Yupe es una mujer de treinta y cinco años de edad, vive en el asentamiento humano Luz Divina en La Perla , lucha diariamente a pesar de las carencias y pruebas que la vida le ha puesto, ella trabaja de recicladora para sostener la educación de su menor hija, Alexandra de tan solo cuatro años de edad. La vida para esta señora ha sido muy dura en sus inicios, cuando vino desde Balsapuerto, una comunidad indígena perteneciente a los chayawitas, a sufrido la pobreza en carne propia, y la discriminación por tener otra lengua, cuando le pregunte que me contara su experiencia, recordó con mucha nostalgia que muchas veces no tenía que comer, ni siquiera tenía una moneda de diez centavos, y lo peor es que ha veces su niña tampoco comía. Ella me comento que el padre de su hija la abandono cuando supo que ella estaba embarazada, me comenta que se sintió muy mal y que casi pierde a su hija, prefiere no hablar del tema.
Todos los días sale de casa a las cinco de la mañana, costal en mano para recolectar botellas de plástico, vidrio y cartón exponiéndose ante miles de enfermedades, que le puede producir esculcar, entre la basura para encontrar algo que le pueda servir, exponiéndose a que los vigilantes, le llamen la atención y la discriminen por abrir las bolsas de basura, y exponiendo a su hija a una serie de peligros por dejarla sola en su pequeño hogar.
Miles de casos de pobreza existen en todo el mundo, y lamentablemente, no solo les acompaña la pobreza, sino las enfermedades y una serie de dificultades que agravan su situación, este es el caso de una mujer en el que se puede resumir la pobreza y sus consecuencias, pero que como el esfuerzo nunca esta de mas, gracias a este se puede contrarrestar este mal social.
Melita Inuma Yupe es una mujer de treinta y cinco años de edad, vive en el asentamiento humano Luz Divina en La Perla , lucha diariamente a pesar de las carencias y pruebas que la vida le ha puesto, ella trabaja de recicladora para sostener la educación de su menor hija, Alexandra de tan solo cuatro años de edad. La vida para esta señora ha sido muy dura en sus inicios, cuando vino desde Balsapuerto, una comunidad indígena perteneciente a los chayawitas, a sufrido la pobreza en carne propia, y la discriminación por tener otra lengua, cuando le pregunte que me contara su experiencia, recordó con mucha nostalgia que muchas veces no tenía que comer, ni siquiera tenía una moneda de diez centavos, y lo peor es que ha veces su niña tampoco comía. Ella me comento que el padre de su hija la abandono cuando supo que ella estaba embarazada, me comenta que se sintió muy mal y que casi pierde a su hija, prefiere no hablar del tema.
Todos los días sale de casa a las cinco de la mañana, costal en mano para recolectar botellas de plástico, vidrio y cartón exponiéndose ante miles de enfermedades, que le puede producir esculcar, entre la basura para encontrar algo que le pueda servir, exponiéndose a que los vigilantes, le llamen la atención y la discriminen por abrir las bolsas de basura, y exponiendo a su hija a una serie de peligros por dejarla sola en su pequeño hogar.
Ella recolecta hasta las 9.00 de la mañana y luego vende lo recolectado, para sacar un promedio de ocho a trece soles y llegar con algo, para darle a su hija, que la espera hasta las diez de la mañana sin haber probado bocado.
Muchas desigualdades son injustas y deben terminar, pero lo importante es que todo ser humano disponga de suficiente comida, agua potable, ropa, techo, vacunas, vitaminas; y esto es algo que se puede lograr, gracias al esfuerzo que cada uno pone en la vida. Ya en la tarde Melita, sale a comprar insumos para preparar papas rellenas, que luego irá a vender en las afueras del colegio José Faustino Sánchez Carrión (G.U.E)
Ahí se queda hasta las ocho de la noche, su pequeña la acompaña en el camino a casa, con unos cuantos centavos, para seguir sobreviviendo y continuar con la ardua rutina.
La historia de Melita forma parte de un “diagnóstico real y fiable”, ella realiza todo este esfuerzo para tratar de dar salida de aquellas situaciones de pobreza extrema que muchas familias de Trujillo viven desde hace generaciones.
Federico Arpasi Rodríguez tiene 86 años de edad y muy poco que echarse a la boca. Viste una camisa amarilla y un pantalón que supongo que algún día fue azul, hoy luce desgastado. Se mantiene lúcido a pesar de la edad, aunque ya no recuerda desde cuándo su poblada cabeza y sus espesas cejas comenzaron a vestir las primeras canas. El paso de los años le tintaron de gris el pensamiento.
Federico estrecha la mano con fuerza. El tacto de sus huesudas manos habla de años de trabajo y de campo. Sus uñas están colmadas de arena. Aún y cuando su débil mirada ya no distingue más quien esta a su lado. Todavía se mantiene fuerte; tengo mucha energía, afirma sonriente y olvidando por un momento a su esposa quien ha perdido la vista del ojo izquierdo, está muy enfermita y que la casa carcomida en la que sobreviven quizá no aguante una lluvia más. “Cuando Diosito lindo le da a uno esta vida...” hay que aceptarla como viene, afirma sin terminar la frase, cabizbajo y resignado a su suerte final, pero manteniendo al frente el orgullo que le brinda la dignidad. Y que gracias a una mísera pensión puede sobrevivir el y su esposa.
En el Perú, la verdad se oculta porque parece mentira. Aunque para 60 millones de peruanos vivir en el umbral que separa la pobreza y la miseria extrema se ha convertido en una realidad cotidiana.
Y es una realidad dolorosa, pero con esfuerzo como lo hacen miles de familias de Trujillo y del todo el Perú se puede mejorar, vivimos entre dos mundos, entre colegios privados de alta calidad y tasas de analfabetismo hasta de un 20%, aunque según Gabriel Díaz, político mexicano, la pobreza es económica, la desigualdad es social y política. La desigualdad política nació con el Estado, la vida sedentaria y la agricultura hace unos diez milenios. La desigualdad social viene de más lejos: de la vida animal, y en la democracia moderna se cultiva con pasión.
Quizás tenga razón como muchos cultos, que tratan de poner conceptos y definiciones a algo, pero es difícil definir la pobreza en su plenitud, si es que no la hemos vivido en carne propia, no se puede determinar un culpable de este problema social, es mejor ayudar y solidarizarnos y no ser indiferentes ante la realidad de nuestro país.
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